domingo, 18 de agosto de 2013

El horizonte del Principito y mío


¿Qué se contempla cuando se ve al horizonte? Podría comenzar con mencionar el cielo y la línea que lo separa de la tierra o el mar. En las alturas se aprecian cúmulos nubosos que navegan entre brillantes estrellas y el sol, la más grande de todas ellas que se nos muestra al amanecer luego de una vuelta de nuestro planeta a su alrededor. Debajo del delgado límite que traza el horizonte, la superficie se exhibe llena de árboles, flores, suelo o agua. Pero este paisaje no solo se aprecia con los ojos como típicamente podemos proceder; sino que al ser visto con el corazón nos manifiesta también un sueño, una misión, una aspiración más grande. Este es el horizonte al que quiero llegar.


El Principito, nos cuenta Saint-Exupéry, disfruta mucho de las puestas de sol: atardeceres que ve hacia lo lejos en su horizonte. La magnífica imagen del sol guardándose entre las aguas o los campos provoca sentimientos de calma y quietud, llevando al observador a dejarse transportar por el camino que sigue el astro. En el momento en el que se ve tal curso, el pensamiento se llena de curiosidad, reflexión e imaginación que nos sirven para ver más claro y vamos emprendiendo un camino de ideas.

Pero confieso, no creo que nuestro pequeño amigo haya tenido que pasar por tan largo viaje para que le encanten las puestas de sol. A mi parecer, a él solo le bastaba sentir la suavidad y frescura de sentarse a contemplar un atardecer. Esto es porque ha seguido y sigue el consejo de su buen amigo zorro: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. Y entonces, ¿con qué se encuentra el Principito al ver una puesta de sol? y ¿por qué cuando está verdaderamente triste le gusta mucho hacerlo? Se encuentra con la belleza que lo envuelve en gozo al tocarle el corazón. ¿No es acaso eso reparador? Sí y por ello lo consuela de su tristeza.

Al igual que nuestro muchachito, a mí también me parecen encantadoras las puestas de sol. En especial, la imagen del horizonte. Cuando viajé a Medellín - Colombia tuve la oportunidad de conocer el Museo de Arte de Antioquia que por esas fechas mostraba al público la más popular obra de Francisco Antonio Cano llamada Horizontes. Al verla, me sentí cautivada por completo. Después de muchas interpretaciones elaboradas, un intento por equilibrar mi subjetividad con los planes del autor y consulta de algunos artículos, esa pintura me sigue sorprendiendo. El horizonte que señala el hombre, padre, esposo, campesino, ciudadano no termina de ser pintado dentro de las dimensiones del lienzo.


Sin embargo, la obra no pierde su sustancialidad a pesar que horizonte como tal no se mira. Al contrario, gana un significado que permanece a todo tiempo e historia. Podría ser el deseo de un cambio que mejore la vida, el progreso, seguir nuestra vocación, el ideal más noble. Un horizonte que logrará ser completado por el espectador porque se trata de su propio amanecer o atardecer. Y así en esta tarea que nos encomienda Cano está presente que, de manera literal y metafórica, lo esencia es invisible a los ojos.

En mi horizonte, permítanme compartirles, está el motor de todos mis esfuerzos: el amor. Puede sonar demasiado romántico para algunos y otros que no sepan de tan dulce valor puedan llamarme ingenua. Sin embargo, es un amor traducido en la búsqueda de bien para los que quiero y todos al mismo tiempo. Déjenme contarles también, que esto ya lo tenía en mi corazón; pero últimamente lo había ocultado dejándolo cubrir con otros propósitos más inmediatos que no eran realmente mis sueños. Ando posponiendo una cosa tras otra y además con el miedo había desordenado mis prioridades, esta ya estaba en una estrella casi tan lejana como el asteroide B612 de la tierra.

Pero solo a través de una pregunta pude, hace poco, volver a reaccionar y (re)encaminarme al horizonte que tanto deseo.
- Brenda, ¿qué hay detrás de ti?, ¿qué es lo que se esconde y te mueve a seguir ahora? – mencionó un amigo.
(3 segundos)
- Ayudar. Quiero servir a los demás, a los que están cerca de mí, a mi país y amar. Sé que quizá no me creas, porque no se acostumbra a pensar a sí. Pero si de algo estoy muy segura es que quiero seguir a Dios y hacer lo que Él quiera.

Luego de recordar lo que me motiva a vivir y querer ser mejor, me convenzo que lo que nos hace reales es invisible. Esa esencia dentro de cada uno de nuestros corazones, esa magia sorprendente que no es necesaria captarla con los ojos, esa luz que impulsa nuestras aspiraciones nos define. Ellas nos conducirán al Horizonte.
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-    Les recomiendo leer El Principito y llenarse de la luz de este curioso amiguito. (Le Petit Prince. Saint-Exupéry, Antoine. 1943. En: http://www.agirregabiria.net/g/sylvainaitor/principito.pdf)

-    Notas al Principito (Partes del 1 al 4) es un interesante texto que redacta Marcelo Eckhardt. 2012. En él, el autor nos cuenta su búsqueda de lo esencial inspirado en nuestro pequeño príncipe. (Parte 2: http://www.teladerayon.com/Articulos/Articulo.aspx?id=41996)


-    Lucrecia Piedrahita escribe “Horizontes, la obra de Francisco Antonio Cano” que le solicitó el BID por el inicio de la muestra Arte y Desarrollo. 2010. (En: http://www.ecbloguer.com/letrasanonimas/?p=5740)

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